Posdata #2 - María en East Crema Coffee
[Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia] Historia 2, semana 2/52.
Madrid, East Crema Coffee
12 de enero 2025
Historia 2, semana 2/52
Hola!
Te escribo desde una mesita en East Crema Coffee. Qué tal va tu día?
María no es de Madrid. Aún le cuesta hacerse la idea de que efectivamente hoy su vida transcurre aquí, entre los planes de miércoles a domingos, las bocinas, las tantas y diferentes líneas de metro y la locura por las rebajas. Si, estamos en época de rebajas y las personas en la calle parecen enloquecer. Ni mencionar dentro de las tiendas. Ella le escapa a los lugares de fast fashion. En general le escapa al plan favorito de su hermana menor: ir de shopping. Pese a todo esto hace dos años decidió mudarse a la capital por estudios, con una valija negra, una mochila y la inscripción a la Universidad, sin demasiados planes ni intención de extender su estadía.
Me pregunto si el destino le tendrá preparado algún plan sorpresa en el cual se termina enamorando de su barrio, o de una persona mientras cruza la calle, o de un trabajo ideal y decide instalarse por siempre o por, al menos, mucho tiempo.
María está sentada en la última mesa del café, con la espalda sobre una estructura de madera exactamente en el mismo tono que las mesas y sillas. Todo es clarito y con los vértices bien mercados. Mesas, sillas, mostrador, todo es cuadrado, como sacado de un juego de legos. Hacia la derecha está ubicado el sector de merch y me encanta. Hay tazas, totebags, posters, creo que cuadernos y no faltan los packs de café molido y en grano.
Es la primera vez que vengo a East Crema Coffee1, unos de los cafecitos favoritos de María. Hoy es domingo, hay sol y algo de vida allá afuera. El celular me indica que hacen 18 grados. Es primavera en pleno invierno.
Estamos sentadas casi en frente. Yo voy por la mitad de mi cappuccino que me sirvieron en una taza un poco más grande de lo habitual, pero exactamente del tamaño que me venía saboreando en el bus. Ella optó por una bebida fría, según delata el vaso de vidrio y los hielos que aún reposan en él. Habrá sido un iced coffee? Un matcha latte frio? O quizás una limonada. María es de las que no dejan el último sorbo en la taza, a diferencia de mi costumbre inconsciente. Por eso no sabría decir con exactitud su elección. Pienso en un jugo de frutas, existe esa posibilidad.
No lleva auriculares puestos, pero sí puedo ver el estuche blanco sobre su mesa. También ha traído a su cita la computadora. Luce lentes redondos con el marco negro o marrón oscuro. Tiene un rodete, de esos que nos hacemos a la pasada como para ir hacer las compras o empezar a cocinar o ponernos una mascarilla. Además lleva un buzo gris clarito oversize y está sentada como indio, sus pies no se asoman por debajo de la mesa.
Sospecho que tampoco lleva maquillaje (o no demasiado) y que podría portar unas new balance o zapatillas cómodas de algún color no muy llamativo. En otra mesa un perro chiquito y blanco ladra, lleva un moño sobre sus ojos. Siempre me pregunto el por qué de esa manía de algunos con sus mascotas. Me río. Deja de ladrar y vuelvo a escuchar la música del lugar, suena muy bajito y en inglés.
Hace unos minutos éramos cuatro mesas y ahora somos casi el doble. El lugar es muy amplio, hay espacio para muchos.
María juntó su mesa con la de al lado, está cómoda. Me gusta el lugar que eligió para cuando vuelva una próxima vez. Nunca deja de mirar la pantalla de su computadora, a veces sonríe. No está estudiando. Los exámenes de comienzo de año pueden esperar este domingo soleado.
Además de ser estudiante de enfermería, María es apasionada de la literatura. Entre clase y clase, siempre tiene su kindle a mano. O en su defecto, su computadora. El perro chiquito y blanco vuelve a ladrar y ella lo vuelve a mirar. Regresa a su lectura. Se sostiene la cabeza con su mano derecha, se sumerge por completo y un mensaje vibrando desde el celular la distrae. Su cara cambia, se le escapa una carcajada en voz alta y sus cachetes se tiñen de colorado. Se tapa la boca. Se hace chiquita. En qué momento aceptamos la posibilidad de avergonzarnos por reír?
Se acomoda sus lentes redondos y vuelve a leer, ahora lo hace susurrando, logro escucharla. Como si algo dentro suyo hubiese determinado con urgencia la necesidad de compartir esas líneas, de exteriorizarlas y llevarlas a otras mesas. Así como las bandejas con café y croissant que vienen y van. Así, pero con las palabras que integran el párrafo de aquella lectura.
Deja su celular. Mira por la ventana, se detiene. Nos miramos y sonreímos a la pasada. Nuestras tazas están vacías.
De repente lo íntimo se hace colectivo, se llena de aire, es capaz de volar. Cómo un cuadro que sale del armario, un nuevo plato creado de una fusión impensada, una carta enviada por correo.
Miro de nuevo a mi alrededor, suena la máquina de café, un manojo de risas a través de la ventana, otro perrito ladrando y una fila de autos aprovechando la luz verde.
Es hora de irme.
Cierro la computadora, guardo mis cosas, respiro hondo y atravieso la puerta.
Gracias por haber recibido esta entrega,
nos leemos!
Jo.
Pd: hasta la próxima semana con un café y una nueva historia | 2/52.
East Crema Coffee: Calle Diego de León 12, Madrid.